La gestión empresaria sustentable: Un desafío para el liderazgo

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Existen varios atributos comunes entre las empresas que están gestionando sustentablemente sus negocios con buenos resultados, pero uno que está presente de manera destacada y que potencia las demás variables hacia el éxito: un liderazgo consciente y comprometido.
Por Fernando Esteban Passarelli, para la revista Mercado, edición 45º Aniversario.

La empresa moderna se desarrolla en entornos complejos y en muchos casos salvajes, en los que la necesidad de evidenciar logros financieros de corto plazo lleva frecuentemente a su conducción a estrategias de competencia interna y externa en las que casi todo vale, con tal de lograr los objetivos fijados.

Un liderazgo consciente y comprometido trabajará prioritariamente con los inversionistas, accionistas y propietarios de la empresa buscando adecuar dichos objetivos y los esquemas de estímulos que operan como consecuencia de ellos entre los gerentes y directores, con el propósito de encontrar los balances necesarios para un negocio que se sostenga en el tiempo.

Sin cambios estructurales en las lógicas del gobierno corporativo, las empresas optarán irremediablemente por enfoques periféricos, por medio de los cuales intentarán compensar los impactos negativos de la competencia salvaje, a través de planes de remediación.

Una gestión sustentable supone resolver de manera favorable y sostenida las tensiones entre los intereses de los públicos clave que afectan o son afectados por las decisiones y las acciones de la empresa.
Si por caso, los propietarios sólo quieren ganar más en períodos cada vez más cortos, se acelerará el agotamiento del sistema de conducción de la empresa. Si por otro lado, el liderazgo de la empresa permite que los sindicatos se apoderen de las decisiones clave, la capacidad de trascender de la empresa se pondrá en riesgo, ya que la primer responsabilidad de sus conductores es la sustentabilidad financiera. Pero si en cambio, la conducción de la empresa decide reducir costos que impactan sobre la calidad de sus productos o servicios, serán los consumidores quienes se encargarán de aminorar su facturación.

La empresa opera en un ecosistema. Encontrar un adecuado balance entre los intereses y las expectativas de los públicos clave para el negocio, es la esencia del liderazgo sustentable.
No estamos diciendo que esto sea fácil de resolver, pero de esto se trata liderar, de asumir desafíos para los cuales la mayoría de las personas no están preparadas, o por formación o por la actitud que adoptan frente a la vida o simplemente porque no desean pagar el precio de liderar.

Pero, ¿es nueva la noción de que la empresa opera en un entorno que influye en su desempeño? Claramente no. Ya en los años 50º y 60º, se evolucionaba conceptualmente del concepto de crecimiento al de desarrollo, y el factor clave de tal evolución era que debía considerarse al entorno con su dinámica y su capacidad de influir y ser influido por la empresa.

De allí, años más tarde, fueron concebidos modelos como el de Michael Porter y su famoso análisis de las fuerzas competitivas del mercado (Cruz de Porter), que no es otra cosa que analizar a la empresa dentro de un contexto dinámico e influyente.
Porter llega a declarar que la clave de la estrategia competitiva reside en la capacidad que las empresas desarrollan para adecuarse a su entorno.
Entonces, ¿qué es lo novedoso? Hay al menos tres factores clave que deben reconocerse desde el liderazgo para poder gestionar de manera sustentable un negocio.

Por un lado, no puede gestionarse un negocio de manera exitosa sin reconocer el valor trascendental de la transacción, cualquiera sean sus características. Es en la transacción donde se construye o destruye valor, y la velocidad transaccional ha aumentado en los últimos tiempos de manera determinante debido a distintos factores que el liderazgo debe gestionar. Lograr trazabilidad en la calidad de procesos resulta un enorme desafío para el liderazgo.

Un segundo aspecto, es el empoderamiento de públicos emergentes. Públicos que hasta no hace mucho tiempo, no figuraban en el radar de la empresa, comienzan a tener un poder que el liderazgo debe reconocer y con el cual deben negociar.

Por último, el grado de visibilidad de los impactos. Una mala noticia sobre la empresa hoy recorre el mundo en fracción de segundos. Miles de millones invertidos en la construcción de la reputación de marca pueden esfumarse en las redes sociales organizadas en manos de personajes anónimos sin afiliación a grupos tradicionales con los cuales se pueda negociar.

En síntesis, el futuro presenta grandes oportunidades pero también grandes desafíos. El paradigma tradicional en el que se sustenta el management, parece agotado. Nuevas competencias, pero por sobre todo, una nueva conciencia se requiere para liderar el cambio hacia horizontes de mayor previsibilidad.