Dudas que intentan ayudar a construir la nueva economía

Las formas de producción vinculadas a lo sustentable se multiplican; vale preguntarse si se avanza de la manera correcta.

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Por Fernando Passarelli,  Docente de Ética y Deontología Profesional y Director del Diplomado de Responsabilidad Social (Escuela Argentina de Negocios) y Coordinador del Programa Valor AMIA-BID-FOMIN, para el diario La Nación.

No fue sino hasta la magistral aparición del Discurso del Método de René Descartes que el mundo comenzó a asumir la duda como un aliado en el camino hacia las certezas. Hasta entonces, la duda era percibida como un disvalor, como algo que debería ser eliminado toda vez que se buscaran convicciones sobre las verdades fundamentales en la existencia humana. Así, cualquier vestigio de duda en nuestra convicción parecía ser el enemigo de las certezas más profundas para la vida, pero Descartes plantea de modo singular que la duda, cuando es metódica, no solo no debilita las convicciones, sino que puede reforzarlas de una manera extraordinaria.

Es bajo esta mirada que quiero considerar el tema de las llamadas nuevas economías, ratificando mi buena predisposición preliminar hacia el cambio, la innovación y hacia lo que se conoce como las tendencias disruptivas.

La gran cuestión parecería ser que no entendemos que, hace siglos, el mundo está estructurado para que la economía y los negocios reproduzcan el modelo consumista de maximización de la renta en el menor plazo posible. Buena parte de la aceleración de la vida moderna encuentra su causa en este modelo. Si acortamos los ciclos de todos los hábitos y funciones vitales, la repetición del consumo se reproduce, y así la maximización de la renta crece. Una ecuación simple, pero sumamente efectiva.

En clases de Ética y Deontología Profesional indagamos a jóvenes, en sus últimos años de formación profesional, respecto de si estarían dispuestos a cambiar sus preferencias de consumo y hábitos si supieran que la empresa que ofrece el producto o servicio es responsable de incumplimientos y malas prácticas o, peor aún, de abusos de personas o contaminación ambiental. Es sorprendente el hallazgo: una alta proporción ha respondido que si el producto o servicio les gusta y está a buen precio, es causa suficiente para comprar y consumir. Algunos redoblan la apuesta, al decir que cuanto menos sepan de las empresas, mejor, para no sentirse culpables.

Hay cierta búsqueda esnobista de lo cool. Pero lo cool, por ser cool, ¿es sostenible? ¿No será que buena parte de nuestra decadencia tiene su origen no tanto en la ausencia de ideas nuevas, sino más bien en haber perdido el rumbo de aquellos valores básicos que se han abandonado?

No me gusta la nostalgia pero deberíamos considerar el concepto de retroinnovación, entendido como el modelo que conjuga lo mejor de los dos mundos: el futuro, con sus desafíos y la necesidad de adaptarnos a ellos, y el pasado, con sus valores y hábitos, que jamás deberíamos haber abandonado.

Un par de aspectos preocupantes se registran con algunas de estas tendencias. Uno de ellos es la flexibilización de los estándares, para que estén adecuados a la «realidad empresaria» y así, ganar mercado con mayor rapidez. Es la realidad empresaria la que debe adecuarse a los estándares y no al revés. De otro modo, estaremos convalidando la vieja frase: «Estos son mis valores y si nos les gustan… tengo otros».

Otra preocupación pasa por la percepción de que se crean determinadas industrias alrededor de algunas de las tendencias. Para desarrollarse, algo que es tendencia necesita de tecnología y servicios aplicados, pero estos aspectos deben acompañar el crecimiento de la tendencia en forma proporcional, y no crear artificialmente un ecosistema que terminará por competir salvajemente por un mercado inmaduro que, por definición. será insuficiente.

Las preguntas claves son, ¿estas tendencias son escalables?; los costos extras de su adopción, ¿las va a pagar el mercado? Su implementación, ¿crea valor o solo articula un nuevo modelo de distribución del valor creado tradicionalmente? Las grandes empresas, ¿van a transferir a la cadena de proveedores sus hallazgos en innovación y desarrollo o solo van a exigirles más?

En cualquier caso, hay una variable imprescindible para que podamos hablar de evidencias en relación con estas iniciativas. Esa variable es el tiempo. El tiempo mostrará el veredicto sobre la viabilidad y pertinencia de cada iniciativa. Por ahora, algunas más desarolladas y algunas no tanto, son todas promesas.

 

Fuente: La Nación. 18-2-2018